Aventura por embalses extremeños (I)

¿Quién no conoce el emblemático embalse de” Sierra Brava”?

Un lugar de ensueño tanto por su pesca como por su belleza paisajística.

Ese iba a ser el lugar elegido para nuestra nueva aventura de pesca.

Como bien sabéis, Jorge (The Doctor) y un servidor, ya conocíamos este embalse de años anteriores, pero aún no habíamos tenido la oportunidad de ir juntos.

Unas conversaciones telefónicas y haciendo mil y un cambio en nuestras agendas, el viaje estaba servido. Pero para nuestra sorpresa, se nos iba a unir en esta aventura mi amigo y compañero “El xiquet de Carlet”, Cristian Casanoves. Esta aventura transcurrió entre el jueves 12 de marzo y el domingo 15 de marzo.

JUEVES

Había llegado el ansiado día, y ya de madrugada estábamos en el chalet de Jorge para cargar todos nuestros bártulos en el coche.

Después de varias paradas sobre las 14:30 llegábamos a Zorita, al Hostal la Fonda, regido por Agustín, sitio que recomiendo de todas todas tanto por el trato recibido como por sus manjares servidos (en las fotos posteriores se apreciarán los susodichos manjares).

Después de preparar cañas y sacar los permisos pertinentes para pescar en este embalse, decidíamos ir a la cola del embalse, también conocida como “El Pizarroso”.

Fue toda una sorpresa ver el nivel del embalse, ya que en los años anteriores había estado a más del 80% y en ese momento no llegaba al 60%. Todas las zonas de pesca que conocíamos, estaban completamente secas.
Aun así, el paisaje de este embalse es una auténtica maravilla.

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Empezamos a tirar nuestros señuelos y los peces no tardaron mucho en dar la cara, sobre todo los lucios que estaban muy activos.

Después de perder un auténtico tarugo con un jig y al ver que tenía picadas pero no conseguía clavarlos, ya que los peces estaban muy resabiados, decidí poner un ika a la caída. Segundo lance sobre una semipunta y un bonito pez de 1.800kg.

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Nuestra tarde no fue muy fructífera en peces, pero si en picadas. Como he dicho antes, los peces estaban muy raros y cuando comían, lo hacían con cuchillo y tenedor.

Clavábamos peces pero enseguida se desclavaban, Jorge perdió un par de peces con un swimbait de vinilo y al final consiguió su primer keeper. Cristian después de perder también un par de peces y buenos, trabajando el jig a toda velocidad consiguió fotografiar a este precioso bass de 1.600kg.

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El primer día llegaba a su fin aunque con la ilusión de saber que aun teníamos dos días más para disfrutar de estos parajes incomparables.

Llegamos a la fonda , una duchita y a tomarse unas cervecitas al bar. Después Agustín, para nuestra sorpresa nos había preparado un auténtico ágape extremeño, platito de jamón ibérico con queso curado extremeño y un gran y exquisito solomillo ibérico con sus correspondientes patatitas.

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A partir de esa noche no iba a ser solamente un viaje de pesca, sino que sería un auténtico viaje gastronómico-pesquil.

VIERNES

A las 8:00 estábamos en pie y después de preparar la neverita para la comida del día, a seguir con la tradición de antes de pescar, unos churritos con chocolate en la conocida churrería de Zorita.

Ese día, decidimos ir a la zona conocida como “La Moheda”.

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Empezamos pescando una zona preciosa, con muchas encinas sumergidas, pero enseguida pudimos comprobar que los peces estaban incluso peor que el día anterior, no hacía nada de brisa y los peces estaban completamente apáticos.

Nos separamos cada uno hacia una zona y yo tras persistir en una zona con un poquito más de profundidad, que es lo que intentábamos buscar pero no encontrábamos ya que al estar el nivel muy bajo las reculas eran muy someras, conseguí sacar mi primer keeper del día.

Cinco minutos más tarde y en el mismo sitio donde había sacado el bass, conseguí otra picada, esta vez era un auténtico monstruo, pero no sería un bass sino un gran lucio. Empecé a gritar a Jorge ya que no estaba excesivamente lejos, pero no me oyó.

Conseguí traerlo hasta la orilla con mi 10lb, pero como no sabía por dónde tirarle mano, más bien por respeto viendo su inmensidad, al final y después de unos intensos minutos, cortó la línea. Fue una gran pena ya que era un auténtico cocolucio.

Más tarde decidimos adentrarnos en el embalse para ver si encontrábamos una zona un poco más fructífera. De nuevo nos separamos, esta vez Jorge y Cristian por un lado y yo por otro, quedándome muy cerca del coche en una punta que había visto.

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Confiaba mucho en esa punta ya que tenía profundidad y daba al cauce principal. Después de casi media hora conseguí levantar una picada con el jig. Fue muy, muy sutil pero no podía fallarla, clavé con decisión y conseguí lo que iba a ser la pieza mayor del viaje, un bass de 2.240kg.

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Tras las fotos pertinentes, volví a insistir con mi jig en la misma punta y otra picada sutil. Clavé con energía y otro pez luchaba al final de mi línea, pero después de un par de saltos volvía a perder un precioso bass.

Por otro lado Jorge y Cristian habían localizado una zona muy interesante con una punta rocosa y encinas sumergidas. Después de diversos lanzamientos, Cristian logró un bass de 1.900kg con un skitter grub.

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Eran casi la 15:00 y decidimos comer debajo de una gran encina.

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Después de un delicioso picnic; (reflexión: un simple bocadillo de jamón y queso cerca del agua, al aire libre y con amigos, no tiene precio); nos fuimos a la presa ya que desde arriba habíamos divisado varios grupos de basses, no muy grandes, pero basses.

Estaban imposibles, pero yo no desistí y montando un split-shot con un 6lb, conseguí sacar 4 basses quileros.

El día para mí, se había arreglado.

La jornada estaba siendo muy dura y decidimos emplear las dos últimas horas de luz en una zona con un poquito de más profundidad en la mitad del embalse. Una vez allí, no tardamos en ver peces pero seguían apáticos y asustadizos. Cristian consiguió un par de quileros con un fluke y ya casi sin luz, se le volvió a escapar un buen pez con un cangrejo a Texas, una pena.

Rumbo al hostal, nos olvidamos completamente de los peces y sólo pensábamos en el próximo ágape que nos tendría preparado Agustín.

Duchita de rigor y al bar a tomar un par de cervecitas. Esta vez nos sorprendió con unos huevos fritos caseros con morcilla y chorizo ibérico, acompañado como no, por un excelente jamoncito ibérico. Como la cena fue contundente, no podía faltar un buen gin tonic (un “rotaoret “), como dirían los de Carlet.

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En la sobremesa, hablamos de cómo afrontar la siguiente jornada y al final decidimos de no ir a Sierra Brava al día siguiente.

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